Matemáticos, programadores, futuristas y filósofos luchan por la definición de inteligencia artificial (IA). Por un lado, este es un campo de investigación interdisciplinario a gran escala en la intersección de las matemáticas, la lingüística, la programación y la psicología.
Por otro lado, la IA es un algoritmo matemático que crea programas informáticos inteligentes. Se denominan así porque pueden realizar funciones que se consideran prerrogativa de una persona. Por ejemplo, escriba un poema o música, dirija una conversación.
La IA se crea para resolver problemas específicos; todos estos sistemas son altamente especializados y no pueden realizar varias funciones a la vez. Si un programa está diseñado para transcribir el habla humana, nunca podrá jugar un juego de cartas.
Es costumbre distinguir entre IA débil y fuerte. Cuando las empresas afirman haber creado un producto con inteligencia artificial, se refieren a versiones débiles del mismo: estos son pilotos automáticos, asistentes de voz, traductores. Razonar sobre una IA fuerte, la que puede pensar y ser consciente de sí misma (es decir, de hecho, ponerse a la par de la mente humana), sigue siendo una discusión científica y filosófica.
La inteligencia artificial débil, al traducir un texto, reemplaza una palabra por otra de acuerdo con un cierto algoritmo, mientras que la inteligencia artificial fuerte puede comprender de forma independiente el significado de una oración. Aquí está la principal diferencia.